dimarts, 31 de març del 2015

La felicidad

Una casa enorme y carísima, con jardín y piscina, tres sirvientas, dos meses de vacaciones todos los veranos, viajes a Europa, América y Estados Unidos. Ropa nueva todos los meses, la mejor, la más cara. El ultimo movil, el último MP4. El ultimo televisor LCD, el más grande, uno en cada habitación.
Deporte en el mejor club, campeonatos internacionales, finales en Londres, en Oakland. Los mejores colegios, el mejor baile de fin de semana, los amigos, las mejores familias. Una moto antes de los 16, el coche antes de los 18, el jet sky desde que aprendí a caminar.
Fiestas todos los Sábados, con el mejor catering, el DJ exclusivo, en el quincho para 200 personas. Los mejores chicos, los más guapos, los más top, los mejor vestidos, los más bronceados.
Pero nada de todo eso me hizo feliz. Fui feliz por primera vez en mi vida el día en que el me dijo “te quiero morena”. Nunca nadie me quiso así. Te juro que cambio todo, todo ahora por un “te quiero” de el otra vez. Yo soy una mala chica, ¿entiendes?, una mala persona, lo trato mal, no dudaría en engañarlo, y así todo el me quiere. ¿Cuánto vale un amor así? Mi vida vale, vale mi vida. Yo te juro que si le llega a pasar algo a el me muero.
Algunos se pasan la vida buscando la felicidad, cuando no la encuentra se desesperan o se resignan a ser infelices toda la vida. El problema es que la gente no entiende que la felicidad no existe en un lugar y hay que ir a buscarla, porque la felicidad siempre está… está en una charla, en un amigo, en una mirada, en una sonrisa. La felicidad es algo tan simple que a veces no nos damos cuenta que está, y ese es el problema, ese fue mi error.
Pan de chicharrón en el club de golf mientras el idiota se indignaba, su voz impostada como una maquina haciendo un chiste, sus chorizos en grasa, mis ampollas caminando junto a el bajo un sol que partía la tierra, su anillo de oro curándome el orzuelo, su rinconcito de luz, su “mala gente”, sus gritos, su mal gusto para vestirse, su olor a campo, sus tortas fritas, su sonrisa… eso era la felicidad para mí, y justo ahora lo puedo ver.




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